Zonzamas
¿Quién fue Zonzamas?
Uno de los capítulos de la historia canaria más controvertidos por la crítica moderna, es el supuesto encuentro galante entre la reina Faina, esposa de Zonzamas, rey indígena de Lanzarote y el marino vizcaíno Ruiz de Avendaño, de cuyas relaciones nacería Yco, la princesa de piel clara, heredera del trono insular.
El único texto histórico que relata este episodio se encuentra en la «Historia de la Conquista de las Siete Islas de Canaria», del fraile Juan de Abreu Galindo, escrito a finales del siglo XVI y publicado a principios del XVII, más de doscientos años después de los supuestos hechos relatados allí.
Muchos historiadores actuales cuestionan la verosimilitud del relato de Abreu en este episodio, así como en muchos otros relatados en su libro.
Lo único cierto es que Zonzamas hoy día es un topónimo que se refiere a una amplia zona geográfica del centro-norte de Lanzarote, aludiendo a montañas, llanuras y un grupo de casas hondas en mal estado de conservación, conocidas como el «palacio» del rey. Por otro lado se tiene la certeza de que Lanzarote era un matriarcado que confería a las mujeres un papel central en la transmisión de la identidad y la historia.
Por todo esto, nosotros nos hemos tomado la libertad de designar como Zonzamas a una mujer, representante del clan matriarcal que gobernaba la isla de Tyterogaka antes de la llegada de los europeos, componiendo un relato musical y literario sobre ella, Zonzamas, del amazigh *zamzâm, adj. vb. m. sing. ‘rostro alegre’, la reina de Lanzarote.
Zonzamas es también el decimonoveno trabajo de ARTENARA, proyecto creado y dirigido por el músico canario Enrique Mateu, que se edita en el 25 aniversario del lanzamiento del primer disco del proyecto.
ARTENARA, en estos 26 años de andadura (25 desde la salida del primer trabajo), ha venido tendiendo un puente uniendo el pasado, presente y futuro de nuestras Islas. La Nueva Música Canaria, el Nuevo Paisaje Sonoro de Canarias. La banda sonora que ha acompañado el camino hacia la modernidad y la innovación de nuestras Islas partiendo de sus señas identitarias.
Este disco, que exclusivamente se distribuye en plataformas digitales, está compuesto por 10 temas en los que han colaborado un importante número de personas detalladas más abajo.
Forman parte destacada de este trabajo el escritor Antonio Cabrera, autor de la novela Zonzamas creada a partir del proyecto inicial, y los luthiers Jesús Machín, Aarón Santana (AST Luthier) y Leonardo Navarro (Instrumentos LN) porque sus instrumentos, hechos a medida y cumpliendo las especificaciones solicitadas por Enrique Mateu, conforman la sonoridad nuclear de Zonzamas.
El disco se comenzó a grabar el 2 de octubre de 2023 y finalizó el 6 de noviembre de 2023. Se realizó principalmente en el Estudio Paraíso de Las Palmas de Gran Canaria.
El leit motiv general del CD es la historia del personaje de ficción Zonzamas.
Tanto la idea generatriz de la historia, así como los nombres de los temas y la imagen de Zonzamas, han sido creadas con la ayuda de la Inteligencia Artificial.
Todos los temas producidos, mezclados y masterizados por Enrique Mateu para INEXART.
Puedes escuchar los temas en tu plataforma digital favorita.
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LA HISTORIA
A finales del siglo XIV, la isla de Lanzarote, conocida como Tyterogaka para los aborígenes canarios, vive en relativa paz bajo el gobierno matriarcal de la reina Zonzamas, heredera de un largo linaje que hundía sus raíces entre los beréberes amazigh del norte de África.
Durante siglos los maxos de la isla vivían en la tranquilidad del aislamiento insular. Sin embargo, desde hacía un tiempo los horizontes se cubrían de velas blancas y arribaban a la isla gentes procedentes de Europa, arrastrados por temporales o por las ansias exploratorias de navegantes y cartógrafos. Los indígenas isleños los acogían con la hospitalidad que marcaba las tradiciones de un pueblo insular, necesitado de nuevos aportes genéticos.
Nuestra historia comienza en el umbral del siglo XV, cuando la tranquilidad se ve amenazada de nuevo: a sus costas oscuras llegan normandos al servicio de la corona de Castilla, liderados por Jean de Bethencourt y Gadifer de La Salle, con la intención de conquistar y asentarse en los fértiles valles cubiertos de palmeras y usar la isla como base para el sucesivo asalto a las otras islas del archipiélago.
La reina Zonzamas, inicialmente esperanzada en la posibilidad de una coexistencia pacífica, ofrece su ayuda a los europeos, asistiéndolos con agua y víveres, recordando su encuentro con un amado cartógrafo extranjero.
Pronto, sin embargo, se da cuenta de que los europeos no han venido en busca de paz, sino de conquista y explotación; y el conflicto estalla. Determinada a proteger a su pueblo y su tierra, Zonzamas se convierte en la líder de la resistencia de los maxos contra los invasores. A medida que la batalla se intensifica, se enfrenta a dilemas personales y políticos, lidiando con lealtades divididas y enfrentándose a su propio pasado.
La resistencia, la lealtad y el conflicto cultural son temas centrales que se exploran a través de los ojos de Zonzamas y su lucha por proteger su tierra y su gente.
LOS TEMAS DEL DISCO
BREGANDO EN LAS SALINAS
Compositores: Lisandro Rodríguez y Enrique Mateu
Intérpretes: Enrique Mateu (timples, guitarras acústicas, tambor gomero, sintetizadores), Lisandro Rodríguez (pianos y teclados), Aarón Santana Trujillo (bajo) y Vanessa Lemoine (voz).
El sol radiante del mediodía ilumina las Salinas de Tyterogaka, extendiendo un manto dorado sobre las cristalinas aguas que espejean los acantilados de Famara frente a la pequeña isla de La Graciosa. Zonzamas, vestida con tamarco, una faldilla tejida de tallos de aneas trenzadas y con pieles de cabra, guía a su pueblo mientras recorren las salinas, herramientas en mano.
Las salinas, una maravilla natural y fuente vital para la comunidad, se extienden en terrazas regulares, creando un espectáculo de geometría perfecta contra el azul intenso del océano Atlántico. Las piscinas de evaporación, cuidadosamente construidas, brillan con cristales de sal que capturan la luz del sol, creando destellos como diamantes en la orilla.
Zonzamas, líder sabia y respetada, dirige con gracia la cosecha de sal. Sus ojos, profundos como los misterios que rodean la isla, reflejan la esperanza de un futuro donde esta zafra sea suficiente para conservar alimentos y asegurar la supervivencia de su pueblo en los tiempos difíciles que se avecinan.
A lo lejos, la isla de la Graciosa se yergue como un guardián silencioso, testigo de generaciones que han dependido de las Salinas del Río. El horizonte pintado en tonos cálidos se extiende hacia el infinito, prometiendo un mañana lleno de desafíos y triunfos.
En las Salinas del Río, se respira historia. La tradición de recolección de sal aquí se remontaba mucho más atrás del siglo XV, casi desde el principio de los tiempos y se dice que las manos que hoy la recogen son las mismas que hace siglos trabajaban estas tierras frente al mar. La salinidad del aire se mezcla con el aroma de la tierra y el océano, creando una sinfonía de olores que evoca la esencia misma de Lanzarote.
Estas salinas, conocidas como «del barro» por el método ancestral de impermeabilización con arcilla, son un testimonio de la armonía entre la naturaleza y la vida humana, un regalo de la tierra que ha sostenido a generaciones y ahora se convierte en un escenario de resistencia y esperanza en manos de Zonzamas y su pueblo.
EN LA TIERRA NEGRA
Compositores: Lisandro Rodríguez y Enrique Mateu
Intérpretes: Enrique Mateu (timples, laúd sin trastes, bajo, hand drum, sintetizadores), Vanessa Lemoine (voz) y Lisandro Rodríguez (pianos y teclados).
Zonzamas, paseaba con gracia y dignidad por la tierra negra. Bajo el sol ardiente, el terreno quemado resonaba con un eco ancestral, como si las llamas del pasado aún danzaran en la brisa cálida. La transcripción fonética de su nombre, titerugakkaet, resonaba en el viento, una melodía única que solo los vientos del Atlántico podían llevar.
Era una tierra marcada por la historia y la resistencia. Zonzamas, con sus ojos profundos que reflejaban los misterios de su linaje, se sentía unida a cada rincón de este paisaje desértico. «La que está quemada, la ardiente», cobraba vida en cada grano de picón bajo sus pies, con su terreno lunar y su cielo amplio, se convertía en el escenario de la epopeya de su pueblo.
A medida que avanzaba entre las rocas negras y las dunas rojas, Tuikkusa, «la que está caliente, la ardiente», se integraba en la esencia misma de la Isla. La tierra ardiente era parte de la identidad de Zonzamas, una extensión de su ser.
El paisaje, similar al desierto africano y a las estribaciones del Atlas, resnaba con la fuerza de la naturaleza. Los acantilados oscuros de Famara se alzaban como guardianes silenciosos, testigos de los susurros del viento que llevaban consigo las historias de generaciones. Cada paso de Zonzamas era un tributo a la resistencia, una danza con la tierra que había soportado la prueba del tiempo.
Su piel morena, curtida por el sol implacable, se mimetizaba con la tierra que amaba. Era una fusión de mujer y naturaleza, una encarnación de la conexión profunda entre la reina y su reino. Mientras acariciaba la tierra con las yemas de sus dedos, podía sentir la vibración de la historia, una conexión que trascendía las palabras. Zonzamas, la reina ardiente de Lanzarote, caminaba con la determinación de aquellos que han aprendido a amar la tierra incluso cuando arde bajo el sol inclemente. En cada huella dejaba un legado, un testimonio de la fuerza y la resistencia que florecían en la tierra quemada.
PLEGARIA
Compositores: Nino Díaz y Enrique Mateu
Intérpretes: Enrique Mateu (timple, guitarra eléctrica sin trastes, tambor gomero, hand drum, sintetizadores), Ernesto Hermida (bajo) y Vanessa Lemoine (voz).
En la tierra negra y roja de Tyterogaka, donde el viento murmura secretos antiguos y las sombras de las montañas danzan con la luz del crepúsculo, Zonzamas, la reina de las llamas, alza su voz en plegaria. Su canto resuena en el eco de las montañas, y sus palabras, impregnadas de humildad y esperanza, se elevan hacia el cielo como las llamas que danzan en el corazón de un volcán dormido.
¡Oh dioses insulares, guardianes de este suelo quemado por el tiempo y forjado en la fragua de los elementos primordiales! Escuchen mi súplica en el silencio del volcán, donde la tierra respira como un ente ancestral. Que la mirada divina descienda sobre mi pueblo, como el sol besa la tierra en el amanecer, iluminando con su fuego sagrado cada rincón de esta isla en el Atlántico.
En el eco de las montañas y la danza del fuego, Zonzamas implora a los dioses de la madre tierra. Protege nuestros hogares de los vientos del cambio, que soplan como el aliento de antiguas profecías. Que las llamas de la resistencia nunca se extingan, que ardan con la fuerza de mil soles en el horizonte incierto.
En los surcos de las salinas, donde la sal es lágrima y alimento, Zonzamas levanta sus manos en un gesto de súplica. Mirad con bondad a aquellos que cosechan la vida en cada cristal de sal, que la esperanza florezca en cada grano de arena, aunque los presagios anuncien tormentas extranjeras que amenazan con quebrantar la armonía ancestral.
Tu-ikkusa, ardiente y caliente, en ti confiamos. Que las olas del Atlántico nos traigan la fortaleza, como las mareas que acarician las costas de Graciosa, llevando consigo la resistencia de las aguas que han navegado incontables historias. Que el espíritu de esta tierra sagrada sea nuestra guía en las noches oscuras y en los días de incertidumbre.
En la unión de cielo y tierra, en la sinfonía del viento que acaricia los acantilados de Famara, Zonzamas se inclina ante ustedes, dioses insulares. Son los guardianes de la llama que nunca debe apagarse, los artífices del romance de los ancestros con el presente. Que nuestras almas sean fuertes como las rocas de Famara, que la resistencia florezca como las flores en la lava, oh dioses insulares, escuchen nuestra plegaria.
Bajo el sol radiante de esta tierra quemada, Zonzamas implora con humildad y esperanza. Que en el romance de los tiempos por venir, nuestro pueblo maxo siga siendo el dueño de su destino, que Tyterogaka permanezca inquebrantable en su historia, como las rocas que resisten las embestidas del océano. En este rezo, tejido con la fibra de la tierra y la pasión de un pueblo, buscamos la fortaleza para enfrentar los desafíos venideros y la gracia para celebrar los triunfos que aún no han florecido en el jardín del tiempo. Que así sea.
DANZA DE LAS SOMBRAS
Compositores: Lisandro Rodríguez y Enrique Mateu
Intérpretes: Enrique Mateu (guitarras españolas, bajo, sintetizadores), Lisandro Rodríguez (pianos y teclados) y Vanessa Lemoine (voz).
Bajo el vasto manto estrellado que abrazaba la tierra, Zonzamas se encontraba en la Danza de las Sombras. La hoguera ardía con una luz titilante, proyectando sombras danzantes sobre la tierra bermeja. Las estrellas, guardianas silenciosas del cielo nocturno, observaban con ojos cósmicos la reina sumida en sus propios pensamientos.
Desde el observatorio equinoccial de la montaña de Guenia, Zonzamas había contemplado las señales en los astros, los mismos astros que durante generaciones habían guiado a su pueblo. Sin embargo, aquella noche, las constelaciones parecían susurrar secretos inciertos. Las estrellas, que antes habían sido faros confiables en la oscuridad, ahora parpadeaban con una melancolía inusual.
La hoguera proyectaba sombras que danzaban con una coreografía indecisa, reflejando las dudas que plagaban el corazón de Zonzamas. La reina, aunque imbuida de la fuerza de su linaje, se encontraba en un cruce de caminos, donde el pasado y el futuro convergían en una danza ambigua.
Las señales celestiales, interpretadas durante siglos por los sabios del observatorio, ahora parecían entrelazarse en un lienzo cósmico que solo ella podía descifrar. Las estrellas brillaban con intensidad, pero ¿era su luz un augurio de esperanza o una advertencia de tormenta?
Zonzamas, con la llama de la hoguera reflejándose en sus ojos inquisitivos, se preguntaba si el tiempo había llegado para un cambio irrevocable. Las sombras que danzaban a su alrededor no solo eran las de la hoguera, sino las proyecciones de sus propias dudas, bailando en la penumbra de la incertidumbre.
La montaña de Guenia, testigo fiel de sus inquietudes, parecía sostener el peso de la historia en sus rocas. En ese observatorio equinoccial, donde los astros se manifestaban con claridad, la reina se enfrentaba a la difícil tarea de interpretar el rumbo de su pueblo en medio de las señales astrales que anunciaban cambios inminentes.
Bajo el lienzo estrellado, Zonzamas buscaba respuestas en el brillo lejano de los planetas, en la quietud de la noche que la rodeaba. La danza de las sombras continuaba, reflejando las dudas de una líder que, a pesar de la conexión con su tierra y su linaje, se encontraba en la encrucijada de tiempos inciertos.
ATIS TIRMA DE ZONZAMAS
Compositores: Lisandro Rodríguez y Enrique Mateu
Intérpretes: Enrique Mateu (timples, laúd sin trastes, cuatro portorriqueño, guitarras acústicas, bajo, tambor gomero, castañetas, sintetizadores), Lisandro Rodríguez (pianos y teclados), Vanessa Lemoine (voz) y Nino Díaz (espada).
Bajo el cielo nocturno, Zonzamas, la reina de Lanzarote, reunió a su pueblo en un círculo alrededor de la hoguera. Las sombras danzaban en sus ojos decididos mientras observaba el reflejo de las llamas sobre los campos de lava. El eco de las palabras de los invasores normandos resonaba en el viento, pero Zonzamas estaba decidida a desafiar ese destino impuesto.
Con la fuerza ancestral que fluía en sus venas, levantó la voz, y su grito de rebeldía resonó en la quietud de la noche: «¡Resistiremos! Vamos a combatir al invasor normando, con todas nuestras armas aborígenes. Buscaremos en los rincones más profundos de nuestra tierra oscura y cálida, las armas que nuestros ancestros forjaron con amor y resistencia».
El pueblo, iluminado por la luz titubeante de la hoguera, se unió en un murmullo de aprobación. Zonzamas, con la mirada fija en el horizonte, continuó su llamado apasionado: «No seremos esclavos. Somos hijos de esta tierra, herederos de una historia escrita en los surcos de las salinas y en la sombra de las montañas. No permitiremos que nuestras raíces sean arrancadas por manos invasoras».
La reina, emblema de la resistencia, inspiró a su pueblo a abrazar su identidad con orgullo. «Que el amor por nuestra tierra sea nuestra espada, y la conexión con nuestras raíces, nuestro escudo. En la oscuridad, encontraremos la luz de la unidad. En la calidez de esta tierra, hallaremos la fuerza para desafiar a quienes intentan someternos».
El viento llevó su grito más allá de las montañas de Guenia, hasta las playas donde las olas del Atlántico acariciaban la costa. Era un juramento, una promesa de resistencia. En ese momento, Zonzamas se convirtió en el símbolo de la lucha por la libertad, y sus palabras resonaron en el corazón de cada maxo reunido alrededor de la hoguera.
En la oscura y cálida noche, el grito de rebeldía se convirtió en el himno de un pueblo decidido a enfrentarse al invasor, armado con la fuerza de su tierra y el amor inquebrantable a sus raíces.
EL CANTO DEL AMANECER
Compositores: Lisandro Rodríguez y Enrique Mateu
Intérpretes: Enrique Mateu (laúd sin trastes, hand drum, sintetizadores) y Lisandro Rodríguez (pianos y teclados).
En el susurro de la brisa matinal, la reina, descendió de las montañas con la aurora iluminando su paso. El cielo se teñía con los primeros destellos dorados del sol, como si la luz misma reconociera la importancia de ese nuevo amanecer. La tierra, silente y expectante, recibía a la soberana con reverencia mientras ella emergía de las alturas.
Con el eco de los pájaros entonando su bienvenida, Zonzamas alzó la voz en un canto que resonó a través de los valles y las montañas, llamando a sus huestes desperdigadas por la tierra bendita de Lanzarote. Su canto era un llamado a la unidad, una melodía ancestral que vibraba en la esencia de la isla. Las palabras, cargadas de determinación y amor por su gente, eran la promesa de un sacrificio compartido, uniendo corazones dispersos por valles, montañas, palmerales y playas.
«¡Amanece de nuevo, como era en el principio y como será al final!», exclamó Zonzamas, su voz resonando como el eco de las olas en la costa. «Descendemos de las montañas con la fuerza de nuestros ancestros, dispuestos al sacrificio por nuestra tierra, por la libertad que nos pertenece desde el inicio de los tiempos».
Los primeros rayos del sol acariciaban su piel morena mientras avanzaba con paso firme. Cada paso, un recordatorio de la conexión sagrada entre la reina y la tierra que la había visto nacer. La soberana, con su mirada llena de determinación, inspiraba a aquellos que la seguían a dejar de lado las diferencias y unirse contra el invasor que amenazaba su hogar.
En la conjunción de la luz del día y la sombra de la noche que se retiraba, Zonzamas alzó los brazos al cielo, como invocando la fuerza de los dioses insulares. «Unámonos, hermanos y hermanas, en esta danza de resistencia. Que nuestras huestes sean como las olas del Atlántico, imparables y llenas de fuerza. Que cada valle y montaña resuene con el latido de nuestra determinación».
DONDE EL SOL ABRAZA
Compositor: Enrique Mateu
Intérprete: Enrique Mateu (timple, cuatro portorriqueño, laúd sin trastes, guitarras eléctricas y bajo).
El canto del amanecer de Zonzamas resonó en la tierra de Lanzarote, marcando el inicio de una nueva jornada, donde lideraría a su pueblo en unión contra el invasor. Era el llamado de la esperanza, una sinfonía de resistencia que se elevaba con el sol y se extendía por toda la isla, recordándoles a todos que, en la unidad, encontrarían la fortaleza necesaria para enfrentar cualquier adversidad.
Bajo el cálido abrazo del sol naciente, caminaba con gracia y determinación. Los rayos dorados acariciaban su piel morena, como si el sol mismo reconociera la nobleza de su espíritu. Un haz de luz la envolvía, señalando a la elegida, a la que estaba destinada a perdurar en la memoria de generaciones venideras y a ser inmortal en la sangre de sus descendientes.
En la luminosidad de ese instante, el sol era más que una esfera ardiente en el cielo; era un símbolo de la esperanza que la guiaba en su camino. Cada paso que daba estaba iluminado por la promesa de un futuro que trascendería el tiempo. Los destellos dorados danzaban en su estela, como destellos de un destino glorioso que aguardaba a la valiente reina y a su pueblo.
El aliento de los alisios llevaba consigo las palabras de los antiguos, profetizando que sería recordada en los recuerdos de generaciones por venir. Su figura, bañada en la luz del sol, se perfilaba como una constante, un faro de resistencia y amor por la tierra. En cada rayo solar que acariciaba su rostro, residía la promesa de una inmortalidad que trascendía los límites de la existencia humana.
En la senda que se extendía ante ella, la reina se convertía en la tejedora de sueños y guardiana de legados. Cada paso marcaba la tierra con la impronta de una líder cuyo espíritu resonaría en los corazones de aquellos que la seguirían. En su silueta, se vislumbraba el eco de una historia que perduraría como un poema en el viento, contada y recordada por las estrellas que atestiguarían el paso de las eras.
Así, con el sol como confidente y guía, Zonzamas avanzaba, iluminando su camino y el de su pueblo. La líder, destinada a perdurar, era un faro de optimismo y poesía, un recordatorio eterno de que, incluso en los momentos más oscuros, la luz del amor y la resistencia prevalecería, marcando su historia en los anales del tiempo.
El ECO DEL TIEMPO
Compositores: Lisandro Rodríguez y Enrique Mateu
Intérpretes: Enrique Mateu (timples, cuatro portorriqueño, guitarras acústicas, guitarra eléctrica sin trastes y sintetizadores), Lisandro Rodríguez (pianos y teclados).
En la vastedad del tiempo, los ecos de los días de Zonzamas reverberan a través de la distancia, llevando consigo el aliento de una sociedad maxo que se tejía con los hilos del linaje materno. En aquellos tiempos lejanos, las herencias genéticas fluían a través de las líneas maternas, una tradición arraigada que confería a las mujeres un papel central en la transmisión de la identidad y la historia.
Los niveles de organización social entre los maxos, habitantes de Lanzarote, destilaban una complejidad que se reflejaba en las reglas matrimoniales exogámicas. Aunque las costumbres variaban entre las distintas culturas, los cronistas normandos apuntaban a una práctica matrimonial peculiar: la poliandria. Un vínculo matrimonial en el cual una mujer puede tener múltiples esposos, una característica que, según se creía, respondía a circunstancias específicas y coyunturales.
El pastoreo, columna vertebral de la sociedad, favorecía la implementación de la regla exogámica entre las unidades de parentesco. Los lazos matrimoniales y la estructura social se entrelazaban con las necesidades del pastoreo, formando una red compleja de relaciones que sostenían la vida en estas tierras insulares.
A pesar de la aparente simplicidad de las reglas matrimoniales, la forma en que influían en las tasas de natalidad resultaba ser un laberinto de complejidades. Las dinámicas de las costumbres matrimoniales, desde la exogamia hasta la poliandria, tejían un tapiz intrincado que desafiaba cualquier intento de predicción. Cada caso era único, cada historia una amalgama única de tradiciones, influencias y coyunturas que daban forma a la vida en aquella época.
Hoy, el eco del tiempo lleva consigo la memoria de los maxos y su sociedad matriarcal, una sinfonía de prácticas y vínculos que, aunque enraizados en el pasado, siguen resonando en las reflexiones sobre la complejidad de las interacciones humanas a lo largo de la historia.
LAS LÁGRIMAS DE ZONZAMAS
Compositores: Ernesto Hermida y Enrique Mateu
Intérpretes: Enrique Mateu (timples, guitarras acústicas, laúd sin trastes, guitarra eléctrica sin trastes y sintetizadores), Ernesto Hermida (bajo) y Vanessa Lemoine (voz).
En el campo de batalla, Zonzamas, la reina de Lanzarote, presenció con ojos angustiados el choque de dos mundos. Las lágrimas, testigos mudos de su dolor, se deslizaban por sus mejillas morenas mientras el poder de las armas de los invasores normandos se manifestaba con una ferocidad impactante. Los jinetes con armadura y arcabuces, traídos por la marea extranjera, se enfrentaban a su pueblo con una tecnología desconocida en aquellas tierras.
En medio del estruendo de la batalla, Zonzamas vio el valor de su gente, resistiendo con pedradas certeras y banots de madera endurecida al fuego. Cada golpe era un acto de desafío, un recordatorio de la fuerza que residía en la conexión con la tierra y la herencia ancestral. Sin embargo, el precio de la resistencia era alto, y la pelea desangraba a su pueblo.
Sus lágrimas caían como gotas salinas en la tierra, una ofrenda silenciosa al suelo que llevaba el nombre de los valles que, de alguna manera, también llevaban su herencia. Cada lágrima, impregnada de dolor y amor, se convertía en un tributo a los caídos, a aquellos cuyas vidas se extinguían en el ardor de la resistencia.
El choque de las dos culturas dejaba cicatrices en la tierra y en el alma de la reina. Las lágrimas, como la lluvia después de una tormenta, fecundaban la tierra con la esperanza de que, incluso en medio de la tragedia, algo nuevo podría brotar. El suelo absorbía su dolor y se convertía en testigo de la valentía que marcaba la lucha de su pueblo.
En la cruel ironía del destino, sus lágrimas también regaban la tierra que llevaba el nombre de su linaje. Los valles, bautizados con la herencia de la reina, se llenaban con el eco de su sufrimiento y el coraje de su gente. La historia de Lanzarote, entrelazada con lágrimas y resistencia, se inscribía en cada rincón de esos valles.
Entre los cuerpos caídos, incluido el del padre de su hija, Zonzamas se erguía como un faro de fortaleza. En su mirada, se reflejaba la promesa de que las lágrimas derramadas no serían en vano, que la tierra y la herencia seguirían siendo testigos de la lucha y la resistencia que perdurarían en la memoria de las generaciones venideras
LA BATALLA OLVIDADA
Compositor: Ernesto Hermida
Intérpretes: Ernesto Hermida (bajo), Enrique Mateu (guitarra eléctrica sin trastes, tambor gomero, percusiones) y Nino Díaz (espada).
En los pliegues olvidados de la historia, donde se entretejen las sombras del pasado, la última reina del clan Zonzamas y su herencia forjaron una batalla que, aunque sepultada entre los anales del tiempo, dejó una huella indeleble en la tierra de Lanzarote. Como una joya escondida entre los pliegues de la memoria colectiva, la reina y su legado perduraban para siempre, trascendiendo las páginas de la historia.
La herencia de Zonzamas se tejía en los nombres de lugares, como recuerdo eterno entre las palmeras de Haría, las playas de arena clara acariciadas por las olas del Atlántico, las montañas bermejas que guardaban secretos ancestrales y las cuevas hondas que resonaban con ecos del pasado. Cada rincón de la isla llevaba consigo la impronta de una batalla olvidada, una epopeya que resonaba en el viento eterno que barría los islotes del norte.
Entre las palmas que se mecían con la brisa y las crestas de las olas que musitaban historias antiguas, el espíritu libre y noble de Zonzamas ganó la batalla final. No era una victoria marcada por conquistas territoriales, sino por la preservación de una herencia intangible, un legado de resistencia y amor por la tierra.
Los descendientes, como halcones majestuosos surcando el cielo, llevaban consigo la esencia de su ancestro. En la tierra negra de volcanes, donde la lava y la ceniza contaban la historia de tiempos lejanos, la presencia de la reina resonaba en el eco de las montañas y la danza de los islotes.
Así, la batalla olvidada se convertía en un testimonio eterno. El espíritu indomable de Zonzamas se elevaba como una llama inextinguible, iluminando el camino de sus descendientes. En la quietud de la historia, entre los pliegues de lo olvidado, la herencia de la reina perduraba, tallada en la esencia misma de la tierra que había defendido con valentía y nobleza.
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